14

Sep

2021

Artículo de opinión

Padres de nuestros padres: obra de amor

Debemos comprender que el compartir ese momento con ellos significa compartir una necesidad de afecto que, de alguna forma, también simboliza el principio de un adiós. Significa atender, ayudar y ser agradecidos.

Por Jaime Ancajima. 14 septiembre, 2021. Publicado en El Tiempo, el 6 de setiembre de 2021.

Hace más de dos años, mi madre Rosa Elvira partió de este mundo cuando tenía 94 años. En los últimos, mi hermana menor Rosa Mercedes estuvo a cargo de sus comidas, higiene, medicinas, y de todo lo que conlleva atender a una persona de avanzada edad, que no puede caminar y tiene demencia senil, entre otras cosas propias de la ancianidad.

Muchos amigos míos han cambiado sus estilos de vida poco a poco, al tener que hacerse cargo de sus queridos padres ya que al entrar a cierta edad sufren un deterioro en su salud y necesitan de nuestra protección, cariño y atención total. Además, muchos necesitan ser bañados, alimentados, cambiados de ropa; tomar sus medicinas; y, sobre todo, ser amados, tal como ellos nos amaron y cuidaron cuando éramos niños.

Fabricio Carpineja, poeta brasileño, escribió en uno de sus poemas: ¡Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte! Y pobre del hijo que aparece solo en el funeral y no se despide un poco cada día. Aunque el cuidado de nuestros padres puede llegar a resultar agotador, no podemos olvidar que esa tristeza y cansancio es parte del duelo que necesitamos elaborar. Es parte de la despedida, del adiós a quien es parte de nuestra alma, de nuestra niñez.

Debemos comprender que el compartir ese momento con ellos significa compartir una necesidad de afecto que, de alguna forma, también simboliza el principio de un adiós. Significa atender, ayudar y ser agradecidos con quienes nos ayudaron a crecer y nos dieron la vida. Debemos acariciarles el alma con nuestras palabras y nuestros cuidados.

Alguien escribió este bello mensaje de un padre a sus hijos: “Cuando en algún momento pierda la memoria o el hilo de nuestra conversación, dame el tiempo necesario para recordar. Cuando no pueda comer solo, no contenga mis esfínteres o no sea capaz de levantarme, ayúdame con paciencia.

No te desesperes porque esté mayor y tenga achaques. No sientas vergüenza de mí. Ayúdame a salir a la calle, a respirar aire fresco, a contemplar la luz del sol. No te rompas de impaciencia porque camino lento, no te exasperes si grito, lloro o ‘te incordio’ con batallas del pasado o del presente. Recuerda el tiempo que yo he estado enseñándote a hacer lo mismo con lo que necesito que me apoyes. Yo tengo una misión nueva en la familia, por eso te pido que no desaproveches la oportunidad que se nos ha brindado. Ámame cuando envejezca porque sigo siendo yo, aunque peine plata en mi pelo.”

Amigos míos, nuestros padres merecen nuestro amor y respeto, ahora y siempre.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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